Trasnochar y llegar a casa a mediodía no es malo..., ni bueno. El problema es que una masa de jóvenes se vea obligada a hacerlo desde el convencimiento de que esa es la única forma de divertirse. Es probable que lo ocurrido hace unos días en Madrid tenga culpables físicos, con nombres y apellidos, que hayan pecado por error u omisión. Sería deseable que, en caso de demostrarse esa culpabilidad, paguen por ello. Pero eso no significará que se haya solucionado el problema de fondo, que va mucho más allá de tener a diez, a cien o a mil vigilantes de seguridad; de contar o no con licencias de apertura; de disponer de una enfermería o de un quirófano de última generación.
El problema no es ese, el problema es que la sociedad ha trasladado a los jóvenes el mensaje de que el único modo que tienen de divertirse consiste en subirse al vértigo de la noche, al carrusel del alcohol y la velocidad. Las teleseries han terminado imponiendo su modelo de sociedad con el paso del tiempo, trasladando sus roles a jóvenes y mayores. De manera que quienes tratan de escapar de esos estereotipos corren serio riesgo de quedar socialmente excluidos. Así, no es posible que un adolescente confiese que prefiere leer un libro a pasar la noche saltando de macrofiesta en macrofiesta sin que sea apartado de su grupo.
El joven tiene que hacer lo que hacen los jóvenes. Leer, pasear, montar en bicicleta o jugar al monopoly no forman parte de ese rol que se le ha dibujado. El problema no viene dado por ese presunto exceso de libertad que lleva a los adolescentes a hacer lo que les viene en gana. El problema de verdad es que los jóvenes no son libres de hacer lo que realmente les apetece, sino que están inconscientemente obligados a seguir a los demás para no quedar excluidos. Ya pueden meter preso al organizador de la fiesta, a la alcaldesa de Madrid o al currito de turno que vendía las entradas que ello no evitará que más tarde o más temprano la sociedad vuelva a sobrecogerse con otro drama juvenil. Todo eso servirá para administrar justicia y, también, para que el común de la ciudadanía lave su conciencia. Pero el problema seguirá ahí, en la paradoja de unos jóvenes que son libres, pero no independientes.