Si el pesimismo fue la nota característica en la apertura del X Congreso de la Fundación Caballero Bonald, y en el segundo escritores noveles analizaron las claves para enganchar y recuperar a un lector cada vez más “alienado”, víctima de una sociedad consumista, ayer tocó el turno de palabra a los editores, cuya misión es diferenciar lo publicable de lo que no lo es. Editar a los jóvenes fue el título de esta mesa de debate en la que participaron Ángeles Aguilera (Grupo Santillana), Malcom Otero Barral, Manuel Borrás (Pre-Textos) y Javier Rodríguez Marcos (Babelia).
Todos coincidieron en que el futuro, si ya es complicado y requiere un complejo proceso de adaptación a los modernos procesos de comunicación, esto es, una renovación del escritor, las leyes del mercado ponen aún más trabas si cabe sobre qué obras cumplen determinados cánones para catapultarlas a los primeros puestos de las listas de ventas. “Muchos best sellers se cocinan en los departamentos de márketing, se hacen muchos libros a medida”, señaló Aguilera, refiriéndose a textos cortados por el mismo patrón, imitaciones de obras anteriores con excelente aceptación entre el público. Te traigo el nuevo Harry Potter o las aventuras de una chica solterona como Bridget Jones, suelen ser argumentos muy recurrentes en los grupos editoriales. “No vendemos coches ni ladrillos, sino libros. A veces da la impresión de que este mundo de letras está lleno de números”, apuntó. Para Borrás, “por supuesto que se quiere vender, pero esto no es igual a ganar. Si estás pendiente de la cuenta de resultados no tienes la misma libertad para actuar”.
Pese a las ataduras comerciales, los tertulianos insistieron en que deben apostar fuerte por el autor si su historia engancha, pero también vende. Si de leer un párrafo pasan a devorar una página tras otra de uno de estos manuscritos que caen en manos de las editoriales es porque el escritor convence, y eso los editores experimentados lo saben. “Puede haber una buena campaña de márketing pero para que triunfe debe haber detrás también una buena historia”, recordó Rodríguez.
Gran parte del material que reciben las editoriales está escrito por gente joven, primerizos en la literatura, una cantera vocacional llena de ilusiones. “Nunca lo han tenido tan fácil como hasta ahora”, apostilló el responsable de Babelia. De hecho, las cifras hablan por sí solas, “el 50% de nuestro catálogo procede de gente joven”, recalcó Borrás, de Pre-Textos. Sin embargo, el grupo dejó claro que “no publica cualquiera” y esta nueva cantera no tendrá posibilidad de publicar sin examinar con lupa su obra. Muchos de los textos que llegan son devueltos, no convencen al crítico o no se ajustan a los parámetros del mercado. Otros tienen el beneplácito del lector y las cuentas salen, pero puede que su carrera sea efímera, con tan sólo un par de libros a la venta. “Nadie echa de menos a un desconocido”, destacaron. Pero también hay buenas noticias para los que supieron respetar la ley de la oferta y la demanda. En este sentido, el grupo de editores explicó la emocionante labor de gestar ese embrión literario que es el primer libro de un escritor, la ilusión con la que viven ese momento y que, normalmente, por muchos libros que saquen posteriormente al mercado, no vuelve a repetirse ni ser lo mismo.
Previo al debate, José Carlos Mainer, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, abordó la conjugación literatura y las nuevas generaciones. Así, los jóvenes han participado activamente en todos los movimientos literarios que conocemos, influidos por el contexto histórico en el que les tocó vivir. De la Generación del 98 emergieron grandes críticos como Machado o Pío Baroja, que plasmaron en sus obras las dificultades de una España a las puertas del siglo XX que lo había perdido todo. “Los escritores de esta generación tenían la sensación de que se encontraban al final de un periodo, como esperando a que llegase un juventud más joven”, recalcó Mainer.
Lo mismo ocurrió con la crisis de valores que caracterizó a la Generación del 27, que sacó su voz como arma de protesta contra las injusticias de un país marcado por la guerra. En conclusión, los jóvenes siempre han tenido mucho que ver y decir en los movimientos literarios, ahora queda que las nuevas generaciones plasmen su huella en el siglo XXI.
Editores señalan que el autor debe conjugar creatividad y los parámetros literarios actuales
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