Me sorprendo muchas veces viendo la tele, sin enterarme de lo que están diciendo, con la mente en blanco”. José Puerto Beltrán tiene 52 años y es uno de los extrabajadores de Primayor. Después de cotizar algo más de 34 años a la Seguridad Social ya no cobra nada, ni la ayuda de los 426 euros. Cada mañana, antes de las ocho, sale de su casa y se dirige a la que se ha convertido forzosamente en su segunda vivienda: la tienda que los extrabajadores de Primayor tienen instalada desde hace 350 días delante de la puerta de la Delegación del Gobierno de Andalucía en Jaén. “Nos dijeron que nos iban a hacer un traje a medida y lo creímos”, lamenta.
El 25 de febrero de 2008, los 145 empleados afectados por el expediente de regulación de empleo (ERE) presentado por la empresa cárnica Primayor en agosto de 2007, recibieron el Sello de Plata del Ayuntamiento de Jaén, donde acababa de desembarcar la coalición PSOE-IU. Unos días después, en una cena en el Parador de Jaén, los trabajadores le hacían entrega del galardón al entonces consejero de la Presidencia de la Junta, Gaspar Zarrías. “Os vamos a hacer un traje a medida”, recuerda José Puerto que les dijo. Por aquellos días la administración autonómica había mediado para que dos empresas se instalaran en la ciudad y contrataran a los 145 trabajadores despedidos de Primayor. Una era Dhull, del grupo Nueva Rumasa, que instalaría una planta de platos precocinados en el nuevo Parque Empresarial; la otra era Proasego, una firma de energías renovables. Finalmente ninguna de ellas llegó a instalarse en Jaén, aunque Dhull levantó la planta antes de entrar en quiebra. “No hay día en que no me arrepienta de haberle entregado aquella medalla a Zarrías; ningún político tiene palabra”, afirma José Puerto.
La espera
Francisco Luque Bermúdez también tiene 52 años. Es otro ex de Primayor que espera cada día sentado en una silla de oficina en plena calle, delante de una carpa que bloquea la puerta de la Delegación del Gobierno, a ser, nuevamente, un trabajador. “Ya no estamos los 145 del principio. Muchos encontraron trabajo por su cuenta, otros se cansaron de que los engañaran; habremos quedado unos ochenta o noventa más o menos”, explica. Se han organizado en seis grupos que se van alternando y su horario es de ocho de la mañana a dos de la tarde. Seis horas en las que no hacen otra cosa que esperar. Y así llevan cinco años, de los que 350 han estado acampados en pleno centro. “Al principio muchos se quedaban a dormir, pero ya no lo hacemos”, dice Francisco Luque.
Tampoco hacen las marchas que solían, los viernes, desde la plaza de las Batallas hasta el Ayuntamiento o la sede provincial de PSOE. “La Subdelegación del Gobierno no nos da permiso y lo que nos faltaba es tener que hacer frente a las multas, como ya pasó, aunque finalmente no prosperó”, continúa el ex de Primayor. “Ahora vienen los santaneros y tenemos que ver cómo sí les dan los permisos. No hace mucho a un compañero nuestro lo multaron por tirar un petardo”. Cuando hablan de los políticos se irritan y los culpan de todo lo que les está sucediendo. “Nosotros no queremos ser funcionarios; sólo pretendemos que la Junta de Andalucía cumpla con el protocolo de intenciones que suscribimos”, explica José Puerto.
Más empresas
A principios de año, en enero, la Junta de Andalucía volvió a comunicarle a los ex trabajadores de Primayor que la empresa Fast-Trading contrataría a 25 de estos empleados para su nuevo proyecto empresarial, que se ubicaría en Geolit. Se trataba de una fábrica de producción de pan precocido ultracongelado, pero aún no hay noticias. Un mes antes, según explicó recientemente uno de los portavoces del colectivo, Manuel López, la Junta también habló de una empresa que estaba terminando el proyecto para entregarlo.
“Nadie, más que nosotros, sabe lo que estamos pasando. Hay familias deshechas, que se han separado porque la situación era insostenibles. ¿En qué o en quién podemos creer ya?”, arguye Francisco Luque. Dentro de quince días cumplirán un año acampados, y en un mes y medio, cinco años desde que cerrara la planta cárnica, heredera de otro de los símbolos empresariales perdidos en la capital, ‘Embutidos Molina’.
Setenta años de historia de la firma Molina
A finales de los años 40 el matadero industrial del Pilar de Arrabalejo contaba con unos catorce trabajadores. Los lunes y los jueves acudía el matarife y el veterinario y certificaban y despiezaban la carne que consumía buena parte de la ciudad. En 1952, uno de los socios se desvincula de la sociedad y se establece con su familia y con la mayoría de aquellos trabajadores creando la industria Cárnicas Molina. La empresa Hijos de Andrés Molina fue creciendo hasta contar con algo más de 1.000 puestos de trabajo directos. A finales de los años noventa entró en crisis y en poco tiempo se pasó de las campañas de publicidad a nivel nacional a la intervención de la Junta de Andalucía, que se quedó con el 80 por ciento de las acciones de la industria jienense.
A diferencia de otras empresas de la provincia, como fue el caso de Santana, la factoría de la capital no pudo zafarse de la mala suerte y en 1999 la Unión Europea declaró ilegales más de 50 millones de euros invertidos por la Junta de Andalucía, ya que la planta estaba ubicada dentro del casco urbano de la ciudad, algo que incumplía la normativa. Ante esta situación, el 8 de junio de 1999 el Consejo de Gobierno de la Junta acuerda la transmisión de activos de la Junta General de Accionistas de la empresa Hijos de Andrés Molina a la empresa Campofrío. Más tarde, Campofrío separa en empresas distintas los mataderos que tiene en propiedad y constituye Primayor Alimentación. La situación se agrava en el año 2003 en la mayoría de mataderos de la firma y comienzan a producirse cierres. Cuatro años después los recortes llegan a la planta de Jaén y en agosto se formaliza el Expediente de Regulación de Empleo.