Adiós al pesimismo y la incertidumbre del primer día de este congreso que aborda los caminos que ha de tomar la literatura en plena era cibernética. Ayer tocaba transmitir un mensaje de fe, esperanzador, y de boca de esa generación de poetas, “la corriente de los que amamos lo que da vida a la vida”, refirió Luis Artigue. Junto a él, otros colegas de su quinta, como Juan Carlos Abril, Yolanda Castaño, y Elena Medel, la benjamina del grupo, pero no por ello menos experimentada, analizaron cómo llegar a un público cada vez más deshumanizado y homogeneo, las claves para atrapar a un lector aturdido y desconcertado. “Tenemos la necesidad de buscar vías nuevas de comunicación, “de ahí la poesía digital, el ciberpoema, la mezcla de verso e imágenes, pero sin perder de vista al texto, que es la raíz, para seducir así a nuevos públicos”, sugirió Castaño, conservando dos valores. De un lado la autenticidad, “no se trata de dar datos autobiográficos. Las máscaras de la poesía se caen y se hacen añicos pronto en manos del lector”, por otro, “el compromiso con la poesía, con la voz”, destacó.
En esta adaptación a las nuevas formas de comunicación todos coinciden en que hay que optar por la innovación, la experimentación, “atrevernos a probar porque es señal de que estamos haciendo algo”. Revelador fue el punto de vista de Medel, que atribuye a la misma generación de poetas actuales la pérdida de lectores por no haber sabido acercarse o conectar con ellos, con sus inquietudes y valores. “Tenemos que intentar saber llegar a ellos”, o lo que es lo mismo, ponerse manos a la obra y así evitar el fin de la poesía. Renovarse o morir, mejor renovarse.
El problema es... ¿cómo engancha la poesía?. Elena Medel supo que la amaba de pequeña, cuando en sus ratos de lectura, la “zarandeaba”, los versos de Poeta en Nueva York de García Lorca. Entonces no encontraba sentido a esas palabras pero se emocionaba y comenzó a ser un “camino de iluminación, una manera de reflejarme”. Artigue afirma que llegó a la poesía desde la soledad de su habitación, Yolanda Castaño aprendió que la poesía es un “ejercicio de amistad y tolerancia entre escritor y lector” con la literatura gallega, “con más capacidad de riesgo, de surrealismo, con menor contención y una voluntad a su parecer más vanguardista”.
La respuesta a la pregunta central de este congreso, cómo encarar la literatura del siglo XXI, cómo renovar poesía y narrativa, podemos tenerla en nuestras manos por algo más de trescientos euros. Javier Celaya, socio del portal Dosdoce.com y vicepresidente de la asociación de revistas digitales de España (Arce) habla de los e-libros, o libros descargados de la web. Portátiles, con pantalla tactil, capaces de acumular revistas, periódicos, cualquier tipo de documento. A priori, para los apocalípticos de las nuevas tecnologías se trata del fin del soporte papel, de las clásicas bibliotecas con estanterías y tomos enciclopédicos recubiertos de polvo. Ahora los lectores llevarán estos pequeños utensilios electrónicos bajo el brazo, en los que inyectarán los últimos best sellers o material bibliográfico de consulta.
Con todo, Celaya insiste en que la desaparición del libro tradicional queda aún muy lejos pero las librerías deben transformarse y adaptarse a los nuevos tiempos. En su presentación recorrió diversos fenómenos en Internet, desde las aplicaciones en Google a portales como tuenti o facebook. “Se abre todo un abanico de oportunidades”, señaló.
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