La Inmaculada Concepción, a la que está dedicada el 8 de diciembre, es una devoción profundamente arraigada en Andalucía, que ocupa un lugar prominente en la identidad religiosa –y, por extensión, cultural- de la región.
Como muestra, el callejero digital de Andalucía, donde hay al menos 63 avenidas, calles, plazas y barrios; así como diez colegios, un hospital, una cantera y seis templos denominados La Inmaculada, Inmaculada Concepción o Purísima Concepción.
Es la patrona de Castilleja de la Cuesta, Morón de la Frontera, Villanueva de los Castillejos, La Línea de la Concepción, Puente Genil, Alhendín, Talará, Arquillos, Guarromán y La Carolina, entre otras localidades. En 1760, el papa Clemente XIII la proclamó Patrona de España, lo que también reforzó su influencia en Andalucía.
Según el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA) hay casi 80.300 mujeres en la comunidad que se llaman Inmaculada, tanto con un apelativo único, ya sea Inmaculada (casi 31.600) o Concepción (casi 31.700) como en sus variantes María Inmaculada (más de 7 mil), María Concepción (casi 6.300), Inmaculada María (más de tres mil), Concepción María, Pura, María Pura y María Purísima.
La frecuencia del conjunto de esos nombres es de 9,15 por cada mil andaluzas, con especial incidencia en Córdoba (13,23 de cada mil), Granada (10,96), Sevilla (10,9) y Cádiz (9,26).
El Voto Concepcionista
La devoción religiosa por la Inmaculada en Andalucía tuvo, quizás, su mayor escenificación en Sevilla en 1617, cuando la ciudad proclamó su Voto Concepcionista y una comisión sevillana viajó a Roma a solicitar al Papa Paulo V el Dogma de la Inmaculada Concepción, que defiende que la Virgen María fue concebida sin pecado original. Dos años antes la Hermandad del Silencio había hecho ese mismo voto. Todo ello mucho antes de su proclamación oficial como dogma por parte de la Iglesia Católica, en 1854.
Sin embargo, dicha devoción databa de bastante antes y ya tenía arraigo en Andalucía y en la propia capital hispalense. En 1417 se consideró festivo en Sevilla el día 8 de diciembre y desde el año 1592 los franciscanos contribuían a la defensa y devoción de la pureza de María.
Ya desde el siglo XVI, varias ciudades y universidades, como la Universidad de Granada y la Universidad de Sevilla, mostraron su apoyo a esta creencia, para lo cual organizaron diferentes actos públicos y promovieron festividades.
Tema central en la pintura
La religión ha sido un tema central en la historia de la pintura y la imagen de la Inmaculada Concepción no es una excepción y su representación evolucionó.
En las primeras imágenes que se plasmaron sobre ella el simbolismo vinculado al dogma concepcionista se traducía en representaciones de la Virgen pisando la serpiente, como símbolo del pecado original.
Igualmente, las Letanías Lauretanas influyeron en su iconografía, al equipararla a los astros o emplear metáforas como la del espejo sin mácula, flores y árboles o fuentes, por ejemplo, siempre una figura ligada a la pureza y al afloramiento entre espinas.
Fue en el Barroco cuando las pinturas sobre la Inmaculada alcanzaron su gran esplendor. Su representación estaba inspirada en el Apocalipsis, donde se describe que “apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies y coronada con doce estrellas” y así la representaron Velázquez o Zurbarán –este último, aunque no es andaluz, sí se desarrolló como pintor en Sevilla-.
Sin embargo, su representación pictórica –igualmente en escultura es la de Alonso Cano- más popular fue la efectuada por Murillo que dejaba atrás los elementos de las Letanías Lauretanas. Su interpretación de la Virgen como una joven de rostro sereno y rodeada de ángeles es un símbolo fundamental de esta advocación. Su iconografía marcó las obras sobre la misma en multitud de artistas, como Valdés Leal, por citar alguno.