Es como obviar la evolución del hombre, pensarse que nadie ha estado en este maldito y bendito mundo antes que nosotros y limitar el desarrollo a golpe de dejadez y falta de voluntad política. Porque seguro que no es tan difícil saber educar, formar y desarrollar a los niños con más inteligencia que la media. Porque de saber educarlos depende la grandeza de la sociedad que los educa. Ninguno de los grandes avances de la humanidad han sido fruto de la casualidad o del misticismo. No. La ciencia no entiende de azares, entiende de inteligencias bien desarrolladas. Sin embargo, por estas tierras, el sistema educativo se empeña en mirar para otro lado, y frenar la proyección de niños a los que desvía del camino del genio para conducirlos hacia el del mal genio. Fracaso escolar hasta en el 50% de los casos; Bajo rendimiento en ocho de cada diez; Escaso porcentaje llega a la universidad... El mundo al revés. O quizá, tristemente, al derecho. Si no, cómo se explica el miedo a confesar que se es especialmente inteligente que hay hoy día en esta Andalucía imparable de listos que frenan a inteligentes. La gestión política no puede poner piedras en el camino del genio, sino despejar la senda para que sea el genio el que dirija la gestión política, por ejemplo. Claro está que, por las razones que sea, váyase usted a saber, al sistema, hasta hoy, no parece interesarle mucho eso de desarrollar a sus genios, puede ser que temeroso de caer derrotado ante un poco más de inteligencia de la cuenta. O, simplemente, porque falta inteligencia en una gestión que no acaba de dar el salto a una educación del siglo XXI. La actual respuesta del sistema educativo con los niños superdotados y de altas capacidades suspende de calle, y con ese suspenso, encierra la inteligencia, que tanta falta hace, en el cajón de los listos, que tanto van sobrando.