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Notas de un lector

Huésped de lo humano

La escritora bonaerense Noni Benegas publica el poemario “Falla la noche” (Bartleby Editores, 2022)

Publicado: 02/11/2022 ·
09:28
· Actualizado: 02/11/2022 · 09:28
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Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Es amplia la obra poética editada hasta ahora por Noni Benegas. La escritora bonaerense -afincada en España- ha publicado, entre otros, poemarios tan destacados como “Argonáutica” (1984), “La Balsa de la Medusa” (1986), “Cartografía Ardiente” (1995), “Las entretelas sedosas” (2001), “Fragmentos de un diario desconocido” (2004), “Lugar vertical” (2011) y“Animales Sagrados” (2012).

Ahora, ve la luz “Falla la noche” (Bartleby Editores, 2022), un volumen que revela cuanto la autora atinó a discernir en una madrugada de “colosal insomnio”. En ese duermevela de incertidumbre creadora, su pluma fue enhebrando la vehemencia de aquello que crecía entre la codicia de las letras y lo infinito de la tinta: “Decir cosas/ que vienen a la mente/ al hilo de/ pero estar hablando de otras sin saberlo (…) Así, de frase en frase/ haber dicho por ímpetu/ lo imposible de transmitir”.

Con el afán de ofrecer un haz de luz al par de su palabra, Noni Benegas redescubre su deber y orienta su costumbre hasta una identidad cómplice, huésped de lo humano. Porque tras el correlato de su simbolismo, hay una expresiva conceptualización de los sentimientos, los mismos desde los cuales se sirve para circundar la destreza de lo gozoso, la mudanza de lo huido: “Soy salvaje,/ el tiempo es una pulsera que llevo/ acodada a la barra de un bar/ donde ni Dios habla (…) El tiempo es esta espera infinita/ o que el infinito acabe”.

Cabe recordar que aGastonBachelard la imagen poética se le aparecía esencialmente desde la misma concepción que Henri Bergson llegó a concebir laintuición empática. Y, desde esos mimbres, la escritora argentina se esfuerza en modelar una conciencia que partiendo de lo lingüístico allane lo íntimo de lo imaginario. El dinamismo de su discurso muestra al lector, a su vez, un absoluto recreado en instantes persuasivos, perpetuadores de una piel que brilla bajo los aguaceros, que se hace sedimento dialogante al par de lo que esconde y muestra: “Vivo dentro de una piedra/ rehén de mis propios cálculos,/ calcinada por mi equilibrio/ a ras de suelo”.

De forma análoga, cuanto hay de luz y de sombras entre lo consciente y lo inconsciente, se torna aquí conocimiento, empírica materia desde la cual representar la formación de lo primigenio: “Despojarme/ del atributo monstruoso/ de las profundidades/ y emerge algo cercano/ a la armonía

Dividido en cuatro apartados, “Signos”, “Mundo”, “Cosa doliente” y “Falla la noche”, esta última parte tituladoradel conjunto, reconstruye de forma vívida las dudas, las veredas, los argumentos, los límites…, que signan la manera de estar y comportarse en un universo poblado de realidades y ensueños. O lo que es los mismo, ordenado desde la dialéctica de lo que es finito y no consiente la verdad de la duración.

Un poemario, al cabo, concebido desde la lumbre y la tiniebla, entre la percepción y lo visual, y en donde cabe la vela y la llama de cuanto pasado y presente consolidan frente a la trascendencia del sujeto poético: “…mi equilibrio es tan delicado/ que yo puedo volver a ser yo:/ algunos volvemos a repetirnos/ por el placer de reconocernos”.

 

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