Una persona puede acabar privada de libertad en una prisión por muchos motivos, también por una adicción; algo que hace que las cárceles del país busquen la forma de lograr que abandonen los hábitos que han desembocado en su condena por todos los medios, también a través de la psicología.
Precisamente, en el centro penitenciario El Acebuche dos psicólogas sanitarias, Luisa Pardo y Andrea Sainz-Maza, comenzaron este martes un curso de dos jornadas para promover la prevención y el "alejamiento" de las conductas preventivas entre los internos de la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) y mujeres presas de otros módulos.
Pardo, que es también psicóloga jurídica y forense, además de experta en adicciones, es un rostro ya conocido en El Acebuche, dónde ha trabajado para concienciar contra la violencia machistade género o las agresiones. Ahora, ha querido, según confiesa a EFE, que los internos también “puedan tener acceso a todas las herramientas” que puedan dar los profesionales.
“Es una fórmula para poder dar herramientas y estrategias personales para aquellas personas que están recluidas (...) que a la hora de salir en libertad les puedan facilitar la reinserción y la reeducación”, apunta.
Y es que Pardo considera que es “complicado” llegar a una adicción porque “es muy normal también el uso y el abuso de diferentes tipos de drogas” sin llegar a este punto. Afirma que sólo se podría hablar de un adicto cuando su vida “está controlada” por estos hábitos y gira alrededor de ese consumo de forma constante.
Algo que lleva a una persona a perder sus “valores, objetivos y a desarrollar conductas o comportamientos que están fuera de sus hábitos y principios”, algo que los puede llevar a “comportamientos delictivos o a poder terminar aquí (en la prisión)”.
Por ello, lo primero que expone a estos internos en la UTE es que para salir de este pozo el primer paso es “darse cuenta de que se es adicto”. “Eso es lo más complicado”, subraya, insistiendo en que sin este convencimiento, por mucho que alguien acuda a tratamiento, será “muy difícil que pueda llegar a curarse”.
Su compañera, Andrea Sainz-Maza, insiste en que existen diferencias entre un “consumo más esporádico” y una dependencia, así como que no es sólo adicto aquel que consume algún tipo de droga, sino que existen muchos más tipos de conductas adictivas como el juego, por ejemplo.
Esta psicóloga señala que por el motivo del curso se centra también en las “claves” para detectar esa adicción. “El observar las señales de alerta que el cuerpo nos manda (…) Los pensamientos o emociones que tenemos”, apostilla.
También es necesario analizar si este consumo influye en los “valores” de cada uno. “Si con lo que estamos haciendo ahora nos estamos acercando, o por el contrario nos alejamos” de dichos valores y qué papel tiene ahí la adicción, recalca
“Podríamos hablar de adicción cuando ya existe una dependencia. Cuando (...) la adicción no forma parte de tu vida, sino que tu vida es la adicción. Cuando has dejado de priorizar ciertas cosas de tu vida, tu trabajo, tu pareja, la familia, relaciones sociales. Y todo lo que haces en tu vida, todos esos hábitos diarios que llevas en tu vida desaparecen”, manifiesta.
“Ahí podríamos estar hablando ya de una adicción, cuando el sentido vital, que es justo lo que vamos a trabajar, ha perdido todo el sentido y tu vida se convierte en la adicción”, resalta por último.
Por su parte, el director de El Acebuche, Miguel Ángel de la Cruz, valora como algo “enriquecedor” el poder contar con profesionales externos como estas psicólogas, que “dan otra visión paralela y que enriquecen la intervención terapéutica” del propio centro.
“En un porcentaje muy importante, un número muy elevado de personas no ingresarían en prisión si no fuera a causa de la adicción que padecen. Esta adicción (...) les hace llevar, vivir en una vida buscando recursos económicos de los que no disponen, y bordeando la actividad delictiva o cometiendo delitos”, insiste.
“Un dato importante que evidencia la labor que están realizando los profesionales del centro penitenciario y los colaboradores externos es que el número de reincidencia de las personas que han pasado por estos programas es muy bajo (…) Quien se beneficia es no solamente el interno, se benefician los familiares (…) y, en definitiva, el conjunto social sale favorecido cuando estas personas vuelven al mundo libre en condiciones de respetar la ley penal”, concluye.