El expresidente Abdelaziz Bouteflika, fallecido el sábado a los 84 tras una larga enfermedad, fue enterrado este domingo con gran discreción en el cementerio de Al Alia, en el extrarradio de Argel, donde descasan los restos mortales de otros presidentes y héroes argelinos.
Aunque en un principio se barajó la posibilidad de que reposara en el camposanto de Ben Aknoun, donde está enterrada su madre, finalmente se respetó la costumbre establecida en 1978 de sepultar a los jefes de Estado en la plaza de los Mártires del sacramental de El Alia, junto al considerado el fundador del Estado argelino moderno, el emir Abdelkader.
En el flanco izquierdo de la plaza, observada desde la entrada, descansan los dos presidentes fallecidos en el cargo, Houari Boumediene -del que Bouteflika fue secretario particular- y Mohamed Boudiaf, junto al propio Emir y varios mártires de la revolución.
A la derecha, aquellos que fallecieron tras finalizar su mandato: Ahmed Benbella, derrocado en un conspiración en la que Bouteflika fue clave; Chadli Bendjedid, quien permitió al expresidente exiliarse tras ser acusado de robar fondos de las embajadas; Ali Kafi y Rabah Bitat, enterrado en El Alia por su doble condición de líder histórico de la revolución y presidente interino.
Todos ellos fallecieron mientras era presidente el propio Bouteflika, el hombre que más años ostentó la jefatura del Estado en la historia de Argelia (1979-2020).
UNA CEREMONIA MUY SENCILLA
El féretro con los restos del mandatario salió a primera hora de la mañana desde el Palacio de Zeralda, donde había pasado sus últimos días en compañía de su hermana Zhor, y llegó al cementerio al mediodía escoltado por ocho oficiales de la Gendarmería y agentes de la Policía Nacional vestidos de gala, a bordo de un blindado del Ejército decorado con guirnaldas de flores.
Una ceremonia muy discreta, muy alejada de las honras fúnebres habituales: en ocasiones anteriores, el régimen habilitó una sala en el Palacio del Pueblo, en el corazón de Argel, para rendir un último homenaje antes del traslado a Al Alia en un cortejo que recorre las principales calles de Argel.
Según expertos locales, la decisión responde al deseo del Gobierno de evitar manifestaciones en la calle a favor y en contra de un hombre que tuvo que dejar la presidencia en abril de 2019 tras veinte años a causa de la presión del Ejército y en medio de seis semanas consecutivas de protestas multitudinarias.
Sin embargo, solo varios altos responsables y un grupo de plañideras, que lloraron junto a su lápida y lanzaron las algárgolas de duelo, completaron la mínima ceremonia.
UNA VIDA DE INTRIGAS
Nacido en 1937 en una pequeña aldea de Marruecos, a los 19 años se unió al Frente de Liberación Nacional (FLN) y a los 25 fue nombrado ministro en el primer gobierno independiente.
Clave en la conspiración urdida por el general Boumedian contra aquel gobierno, que lideraba Benbella, entre 1965 y 1980 fue jefe de la diplomacia argelina y participó en hechos históricos, como la liberación de los ministros de Energía de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), secuestrados en Viena por el conocido terrorista "Carlos, el chacal".
Caído en desgracia en la década de los ochenta, en la que fue acusado de desviar decenas de millones de dólares de las embajadas, regresó al país y cabildeó en el estado profundo durante la guerra civil (1992-2002) hasta lograr ser elegido presidente en 1999.
UN LEGADO CONTROVERTIDO
Considerado por muchos el pacificador, su legado genera controversia: muchos denuncian que durante los años que duró su mandato creció la corrupción, el fraude electoral, el retroceso de las libertades, la pobreza y los privilegios del Ejército.
"No merece ningún reconocimiento. Es el jefe de Estado que dejó el país en una situación catastrófica junto a la banda de mafiosos", dijo a Efe Aghiles, un joven de 34 años.
Baya, una anciana que se acercó este domingo a la zona del entierro, lamentó, sin embargo la "ignorancia que existe sobre Buteflika. Consiguió grandes cosas nuestro país. Creo que merecía hacer la oración del difunto en la gran mezquita que ordenó construir" en Argel, la más grande de África y una de las mayores y más lujosas del mundo.
En 2013 sufrió un ictus que paralizó su cuerpo, lo abocó a una silla de ruedas y le dejó sin habla, lo que no evitó que un año después fuera reelegido.
En abril de 2019 Bouteflika se vio forzado a dimitir tras seis semanas de protestas populares bajo una presión conjunta de la calle, a causa de las manifestaciones multitudinarias contra su intento de presentarse para un quinto mandato, y la del Ejército, sumido desde hacía años en una enconado pulso por su sucesión.