Piense por un momento en Torremolinos. Seguramente, su mente viaje automáticamente a la década de los 50, cuando este pueblecito malagueño de pescadores reunía a la flor y nata de la sociedad internacional. 20 años antes, en 1930, este rincón del sur de España ya comenzaba a ganarse un nombre; Gala y Dalí pasaba largas temporadas alojados en el Castillo del Inglés (Castillo Santa Clara). Precisamente, Gala fue la primera en protagonizar un top less y enseñar sus pechos a unos sorprendidos pescadores de La Carihuela.
Sin embargo, el origen de Torremolinos no es este. Por sus costas pasaron fenicios, romanos y árabes, que dejaron una huella que constituye lo que esta localidad es hoy en día y que, para muchos, sigue siendo todavía un misterio.
Son numerosos los estudios sobre la huella de los romanos en Torremolinos. El arqueólogo local, Miguel Vila Oblitas, y el profesor del IES Concha Méndez Cuesta, Juan Luis Puerto Fernández, citan en su estudio ‘Arqueología romana en Torremolinos. La villa romana de La Cizaña’, a Rodríguez de Berlanga y Giménez Reyna. El primero de ellos llevó a cabo una recopilación de los nuevos hallazgos en la provincia de Málaga en 1861, “destacando sin duda los descubrimientos en la Punta de Torremolinos donde, después de una gran tempestad, las torrentías de agua formadas dejaron al descubierto varias habitaciones y estructuras de distinta índole”.
Giménez Reyna, por su parte, menciona, a medidados del siglo XX, diversos hallazgos de la época romana, como los restos de piletas de opus signinum (material de construcción usado en la época romana) en la bajada del Hotel La Roca.
Fue en los años del boom urbanístico cuando estas huellas pasadas salieron a la luz. La Cizaña, junto a la finca El Pilar, que hoy en día es una zona residencial, guarda restos arqueológicos de lo que un día fue una Villa Romana.
Esta villa costera, que se ubica en el límite con Málaga, reproduce el esquema productivo que caracteriza a las distintas villae a mare que existen en la costa, según detalla Vilas.”Se trata de una villa suburbana con área residencial y proyección al mar, tanto para el ocio, como para control del territorio. Dominan sus áreas productivas de salsas y salazones al sureste y noreste; al noroeste se ubican unas termas privadas”.
En la zona también aparecen materiales cerámicos, especialmente sigillatas, lucernas, ánforas, etc., que pueden estar relacionadas con una ocupación posterior como zona de industria de salazón.
De este conjunto arqueológico se tiene noticia desde finales de los 60 al identificarse unas piletas para elaboración de salazones. Posteriormente se amplió el conocimiento sobre este enclave documentándose parte de un complejo termal y más tarde, en 2003, se excavó un magnifico alfar que cuenta con dos grandes hornos y una zona de almacenamiento con una cronología que abarca desde el s. I. a.C.
Los árabes también tienen algo que contar en esta historia. La seña de identidad de Torremolinos, la Torre Pimentel o Torre de los Molinos, a quien le debe su nombre, forma parte del complejo sistema defensivo de vigilancia de la costa que protegía las fronteras del reino nazarí de Granada.
Ahora, cuando piense en Torremolinos, sus recuerdos serán cada vez más lejanos.