Desde luego, el pintor Kim Soler es otra de esas almas inquietas que deambulan por el Arcos más creativo. A su cercanía con los vecinos, que al fin y al cabo no dejan de ser espectadores de la vida, se le suma su gratitud eterna hacia el prójimo por todo lo que aprende, como si captara de cualquier momento cotidiano un motivo que reflejar en su pintura. Será por eso por lo que la pintura de Kim Soler es tan variopinta y ‘alocada’ en sus conceptos y temáticas que el autor procura no repetir con cierta asiduidad por aquello de no cansar al público y ser fiel a sus distintos estados anímicos. Como cualquiera, vamos. Pero en este 2017 nos hemos encontrado a un Kim Soler rejuvenecido en sus formas, confirmando que el optimismo es más una actitud que una etapa de la vida. Por eso ahora todo lo ve de color, del color vivo que irradian sus nuevos cuadros. De ahí el título de su nueva exposición: “El color de la vida’, que, no obstante, es también el fruto del trabajo desempeñando durante tantos años por el autor de la muestra con jóvenes Síndrome de Down, de los que asegura ha aprendido mucho.
Kim Soler parece mostrarse sorprendido de su propio trabajo, y dice con total naturalidad que “hasta ahora nunca había pintado flores”, como si las flores que muestran sus cuadros fueran fruto de la casualidad… Lo cierto y lo fijo es que el pintor ofrece una muestra tan colorista como optimista, en claro contraste con un mundo demasiado gris en su puesta en escena. Como alma inquieta que es, insistimos, su espíritu lo conduce hacia otros proyectos que incluso tienen sus vistas puestas en el país vecino de Portugal, donde, dice, comienza una nueva etapa política marcada por la apuesta por la cultura, que siempre será un buen comienzo.
‘El color de la vida’ ilustra las paredes del salón cultural San Miguel de la calle Corredera hasta el próximo 2 de julio. La exposición es de visita obligada para aquellos, que somos todos, que queramos ser un poco más felices, aunque sea con el sentido de la mirada.
