A veces recordamos sensaciones que marcan nuestras vidas y experimentamos sentimientos de gratificación que nos acompañaran para siempre. Imaginaros por un momento que formáis parte de esas miles de personas, que a pesar de la televisión y de lo que nos presenta internet a través de sus distintas vías, no conocen el mar, no lo han olido ni sumergido sus cuerpos en sus aguas.
Siempre guardaremos ese maravilloso y grato recuerdo como un momento excepcional y único, como una experiencia que vivimos en nuestra infancia o de mayores. Intentamos alimentar nuestra memoria biográfica de conceptos, ideas, palabras y sensaciones. No sabemos muy bien si la realidad termina siendo el mejor de nuestros sueños o la más agradable historia de cuentos que consideramos irrealizables.
Salvando obstáculos, entre la exaltación y el pesimismo, intentamos mantener el control de nuestras emociones para ser dueños de nuestras propias vidas. Comprobamos que no hay estadísticas fiables para nada aunque haya gente que quieran apabullarnos con la fría seguridad de los números.
Nuestra vida es eso que en ocasiones no sabemos explicar pero que nos hace sentirnos bien por mucho que se empeñen algunos en lo contrario, hacemos el camino lleno de irrepetibles momentos que nuestra memoria evoca una y otra vez.
Desde el primer día que vemos la luz, somos nosotros mismos o formamos parte de una lista interminables de gente que parece fabricada en serie. Entre riesgos y virajes, encontramos la solución a un problema aparente que ni siquiera existía.
En nuestra afán de supervivientes afrontamos las cosas tal y como son y damos un paso más allá del que nos habíamos movido sin renunciar a ser feliz, porque quizás sabemos que podemos convertir en realidad un sueño largamente acariciado.
Vamos fabricando nuestros recuerdos desde la vida en directo a la memoria en diferido, del blanco y negro a los colores, entre idas y venidas, sequedades y humedades, calmas y tormentas, abriendo la puerta al caos o estableciendo el orden y las prioridades.
Siempre es el momento de comenzar de nuevo y plantearse apasionantes retos y aunque no exista ninguna certeza acerca del futuro, al menos imaginar que es lo que nos puede acontecer y entre suplicas y duplicas, reconciliaciones y acercamientos, no debemos olvidarnos que nosotros también somos importantes, tomando decisiones que pueden elevarnos al lugar que merecemos y que por méritos nos corresponde.
Tenemos que esforzarnos en comprender aquello que parece incomprensible. No agobiarnos ante las exigencias y los rechazos, ni consentir que nadie pueda decidir por nosotros o nos dejemos llevar por falsos consejos que resultan en la mayoría de las ocasiones ser el mejor ejemplo de dejar atrás el estrés de todo el año.
Casi siempre tenemos asuntos pendientes que debemos resolver antes de pasar a la siguiente cosa, despejando todas las incógnitas que nos salgan al paso, utilizando nuestro poder de seducción para atrapar todo lo que tenemos a nuestro alrededor.
En ocasiones, los viejos problemas se resuelven casi mágicamente, sin hacer nada, lo que no deja de parecernos increíble cuando todo nos cuesta un gran esfuerzo., lo que nos hace recuperar el entusiasmo y la ilusión.