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Curioso Empedernido

Los intelectuales de pega

Procuran escudarse en otro idioma distinto y distante de la calle, como si fueran dioses o seres de otras galaxias

Entre la unicidad y la diversidad nos encontramos en la fauna humana todo tipo de seres, únicos, increíbles, auténticos y falsos, adaptados al grupo o versos sueltos. Una de las especies que más me llaman la atención son las de los intelectuales, que ya  resulta pedante y arrogante cuando hay quienes se llaman o se hacen denominar como tales.

Si además no son gente que suelen estar informados y mucho menos pueden conceptualizarse como personas ilustradas, que solo tienen pose de inteligentes pero son mercenarios pendientes del contenido del “monedero” y del dinero que se tiran al aire para realizar todo tipo de apuestas para que el azar decida, entonces nos encontramos con escaseces talentosas y abundantes aprovechados.

Los intelectuales de pega intentan manejar adecuadamente tiempo y espacio, haciendo todo tipo de juegos malabares para hacernos creer que ellos con sus pronósticos y sus pesquisas saben cómo construir el futuro, estrujar el presente en todos sus análisis y consecuencias, y recordarnos el pasado a su conveniencia.

Nuestros intelectualoides son como la semilla del diablo, que saben entre el juego de la muerte y la ciencia del mal, elaborar respuestas increíbles y sorpresivas y siembran  sueños rotos con investigaciones e informes que no están contrastados y que ellos solo conocen

En ocasiones los primeros viajeros del tiempo y en otras los últimos en salir, escudándose bajo sus máscaras de seres que imparten doctrina, sentencian y pontifican sobre lo divino y lo humano. Sus universos se expanden mientras que los del resto de los mortales se contraen.

Reniegan sin ningún pudor de lo que antes afirmaban categóricamente, son como son entre el realismo mágico y la fantasía. Nunca han descubierto nada, no han aportado nada, pero van de grandes por la vida. Amagan pero no dan, sentencian pero no culminan, afirman pero no cumplen.

Creen que la vida es un puro laboratorio, como si todos los dulces cupiesen en una caja de bombones, o lo maravilloso estuviera en las cosas grandes en lugar de la fascinación de lo pequeño. Aunque lo niegan, se someten a las prohibiciones, admiten los vetos y soportan las censuras sin rebelarse.

Son de pega porque no reaccionan ante la injusticia ni luchan contra la ignorancia, y se mantienen cómodamente tras las bambalinas, sin ser capaces tan siquiera de liberarse con la imaginación, para intentar ser frente a la pantomima del parecer o del creer ante la oferta del mejor postor.

Incapaces de dar ejemplo porque no soportan la incomodidad del desencanto ni el difícil compromiso de ejercer la política.  Sus reflexiones van bien siempre que se muevan entre las formulas del totalitarismo o el catálogo del dogma.

Procuran escudarse en otro idioma distinto y distante de la calle, como si fueran dioses o seres de otras galaxias, sin atreverse a aventuras en directo ni en diferido. Con sus mitos intentan que vayamos al fin del mundo pero sus actuaciones no les acompañan.

Saben muy poco de nada, aunque aparentan no ignorar nada  sobre todo. Su vida es un homenaje a la estafa y la mentira, una novela de la impostura, un cartel de una tragedia que más bien es una comedia y cuando evidencian que todo el mundo se equivocan menos ellos se descubre que son ridículos, trasnochados e insensatos y entre indignidades y cobardías dejan ver que son verdadero genios del enredos y catedráticos de los líos.

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