Unos tolerantes acompañantes que recorren cada una de las tiendas y prueban la serenidad con más paciencia que el Santo Job.
Una chirigota desenfada que suena a clasicismo puro y que comparan la infancia del ayer y la de hoy que “sin parches en las rodillas”, se quedan con la antigua.
Defienden a la modalidad de la chirigota “a la que se le exige más que a una comparsa”, poniendo el dedo en la llaga ante “la censura” de un Concurso rígido.
Descaro y alegría que desbordan y prueban a un público que responde la frescura de cada cuarteta. Suena a Cái.