El problema es cómo gestionar ese tiempo que resta hasta las elecciones generales, hasta la consecución del gran objetivo, que no es otro que colocar a Rajoy en el Palacio de La Moncloa, y para el que los comicios autonómicos y locales del 22 de mayo suponen un paso crucial, algo así como un Madrid-Barça antes de la final de la Champions.
Superada la mitad de campaña, la dirección del PP ofrece un balance alentador, pues, indican sus fuentes, no sólo se ha consolidado la estrategia, sino que ha tomado fuerza al revelarse como la más eficaz frente a las descalificaciones del PSOE.
En opinión de las fuentes consultadas, el Partido Socialista es hoy como un boxeador contra las cuerdas que lanza golpes a la desesperada, así que nada mejor para contrarrestar los "insultos" que dejarlos sin devolver y perseverar en el plan previsto.
A Rajoy, recuerda uno de sus asesores, siempre le gusta ganar por puntos.
Las fuentes recalcaron poco antes de arrancar estas dos semanas que Rajoy efectuaría discursos más de gestor y de estadista que de jefe del primer partido de la oposición, es decir, centrado en crear empleo y en reanimar la economía.
Por esta razón, la decisión del Tribunal Constitucional que permite a Bildu participar en las elecciones apenas se ha incrustado en el ideario de Rajoy. Sólo se ha referido a la cuestión en dos ocasiones, y con una semana de distancia entre ambas.
Mientras él callaba, otros dirigentes han hecho declaraciones a veces vehementes, lo que llevó a los portavoces de la dirección a remarcar que no hay contradicciones en el partido sobre Bildu, sino distintas voces dentro de un mismo mensaje.
Las intervenciones de Rajoy han mostrado dos vertientes: una, inamovible, es la que censura las políticas del Gobierno, y al mismo tiempo, le retrata como el hombre que reactivará la situación en cuanto llegue a La Moncloa, que él dice será muy pronto gracias al trampolín del 22-M.
La otra vertiente cambia de aspecto según la comunidad que visite: en los territorios que el PP aspira a gobernar por primera vez, como Extremadura o Castilla-La Mancha, Rajoy repite hasta la saciedad la palabra "cambio", consciente como está de que el día 22 aparece como una oportunidad histórica, y posiblemente única, de conquistar regiones socialistas de toda la vida.
Cuando viaja a comunidades en las que el PP gobierna, pone el acento en la defensa de la gestión hecha.
La dirección, por tanto, considera que los objetivos se están cumpliendo y que ni se ha resquebrajado la fidelidad del votante de siempre ni se ha espantado al que nunca o pocas veces se decantó por el PP y que ahora, quizá, se lo plantea.
Las fuentes, en este sentido, explican que en la última encuesta del CIS hay datos que justifican la estrategia: detectan un trasvase del electorado socialista del 10 por ciento, una subida importante del voto femenino y casi el monopolio de quien va a las urnas por primera vez.
Con ese bagaje, antes de la campaña era fácil caer en la euforia, incluso en la relajación, insisten en la dirección, pero eso hubiera resultado contraproducente, de ahí que Rajoy anime a los ciudadanos a que voten al PP dentro de ocho días. El líder se juega sus aspiraciones presidenciales.
El Rajoy de esta campaña es un Rajoy "de muy buen humor", dicen sus asesores, que hace ejercicio todos los días y come muy sano. Señalan con una pizca de preocupación que está "más delgado que nunca", y puede que tengan razón: en Las Palmas de Gran Canaria, durante un paseo por la ciudad, se le veía el pantalón demasiado holgado.
Si puede, mantiene sus aficiones: gracias al ipad, del que no se separa, en el que lee toda la prensa aunque reconozca que no ha podido ver algunos partidos de Rafa Nadal en el Masters de Madrid.
También conserva su distancia con los periodistas que le están siguiendo, si bien, si tiene la ocasión, saluda con mucha educación.
La organización de la campaña indica que Rajoy hará unos 11.000 kilómetros por todas las comunidades autónomas, incluidas las islas.
No es de extrañar que se quiera mantener en buena forma, aunque "a lo mejor se está pasando", dice una persona de su equipo de confianza.