El “eco” en el argot flamenco, explica el artista en una entrevista con Efe, “es una cosa muy importante: un buen eco es una buena voz, para entendernos. Y no encuentro un eco que pellizque, que no sea de laboratorio. Necesito un cantaor natural, y lo estoy esperando, deseo que así sea”.
El concepto que más repite Mercé para valorar a un artista flamenco es la naturalidad: “hay que tener alma y corazón flamenco para sentirlo de esa manera (natural), pero hoy se hace mucha música de laboratorio”.
“A mí –precisa– lo que me gusta es que los músicos estén ahí, conmigo. No es lo mismo mandar un tema enlatado, como se hacen ahora las cosas. No sale igual. Hoy día, con un poquito de voz, cualquiera saca un disco, el problema es el directo”, afirma.
Hoy sale a la venta su trabajo número 17, Ruido, que el artista califica de “joya”: “Es muy completo, lleva bulerías, tango, soleá, alegrías...”, y una canción de amor que le estremece: Contigo, letra –como el resto– de Isidro Muñoz.
Aparte de las Nanas de la Cebolla, en homenaje a Miguel Hernández, a las que Alberto Cortéz puso música y que versionó Joan Manuel Serrat, y para las que ha contado con su amiga Pasión Vega y con Carlos Sanlúcar.
Lo presentará en directo el 13 de junio en el Festival de Suma Flamenca, en los Teatros del Canal de Madrid.
Mercé, de nombre José Soto, nació hace 55 años en Santiago de Jerez de la Frontera, y grabó su primer disco en 1977: Bandera de Andalucía, al que siguieron Del amanecer, Aire, Lío, Confí de fuá y Lo que no se da, entre otros.
Ha trabajado con la compañía de Antonio Gades y ha cantado en los mejores escenarios, desde el Teatro Real de Madrid al Town Hall de Nueva York; ha hecho cine y ha recibido los mejores premios más prestigiosos del cante y también la Medalla de Andalucía.
Seguidor acérrimo del Real Madrid, devoto de sus nietos mellizos de tres años, Mercé es también un hombre comprometido con la política y desencantado de los políticos: “Estamos en un desasosiego total y hay un total desacierto en lo político”, considera el artista, para quien no hay justificación posible ante las cifras del paro.
“Los políticos me han decepcionado mucho. Y veo a la gente muy pasota: en otros momentos, con menos se ha montado más” y critica la la falta de reacción de la calle.
Tampoco esquiva su opinión sobre el flamenco moderno: “Se está abusando mucho del márketing. Y está muy bien que se innove, ya lo hacía Pastora Pavón La Niña de los Peines. Lo que me repatea –dice– es que llamen fusión a un flamenco que ha metido un instrumento que no tiene que ver con la guitarra flamenca, y ¿dónde está la fusión?”
“Si la fusión es para engrandecer el flamenco –y yo estoy haciendo ahora un flamenco más abierto que hace 20 años– estoy muy de acuerdo, pero que no llamen flamenco a cualquier tontería, porque entonces creas confusión, no fusión”, afirma y da por zanjado el tema.
Tampoco es partidario de redes sociales, ni correo electrónico, y aborrece el automatismo de los móviles: “para los botones soy un desastre; a mí me gusta el cara a cara. Prefiero que me digan las cosas, y me da mucho coraje que me salte el buzón”.
Prepara “sin prisa” una Antología del Flamenco “donde se toquen todos los palos, lo máximo, muy extensa”.
“Es un reto mío muy personal y el día que lo acabe diré que es mi obra y lo que ha quedado de mí, porque lo veo importante: hacer una antología, pero nada didáctica, ¿eh?”, apunta el artista, que despliega su sonrisa para añadir que quiere dejar ese legado a la gente joven.
“Y que consigamos entre todos que el flamenco sea Patrimonio de la Humanidad”, asegura.