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La escritura perpetua

Villacís y CS

Ella, que no frecuenta los teatros, políticamente se ha convertido en ‘La Malquerida’ de Jacinto Benavente. No la quieren en el PP y desconfían en su partido

Publicado: 13/02/2023 ·
11:58
· Actualizado: 13/02/2023 · 11:58
  • La vicealcaldesa, Begoña Villacís. -
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Unos días antes de la celebración de las elecciones municipales de 2015, un periódico reunió en la Puerta del Sol a los candidatos a la alcaldía madrileña, y allí estaban Manuela Carmena, Begoña Villacís y Antonio Miguel Carmona, entre otros, junto a la estatua del oso y el madroño y bajo un sol de primavera. La crónica mencionaba que un jubilado, que pasaba por allí, exclamó: “Dios mío, ¿pero quién es esa morena?”. Era Begoña Villacís. La actual vicealcaldesa de Madrid, de Ciudadanos (CS), ha dinamitado la escasa credibilidad pública que conservaba su partido, después del errático intento de irse al PP, en una actuación llena de ingenuidad, que en política resulta peor que la torpeza. Tras su reunión con Elías Bendodo, un Maquiavelo de acento andaluz, en una cafetería de la calle Génova ubicada a escasos metros de la sede popular, un encuentro que debió ser secreto pero se desarrolló ante numerosas miradas indiscretas, alguien ha escrito: “Ella puso las cartas del revés, mirando el dorso y enseñando la jugada”.

Villacís disfrutaba de la consideración de ser la figura más mediática de CS y las encuestas aún le otorgaban opciones de obtener representación en el Ayuntamiento madrileño. Mariano Rajoy era consciente de que la mejor estrategia de un político consiste en saber esperar (incluso aguardó pacientemente su caída como presidente la larga tarde de la moción de censura en un restaurante próximo al Congreso, mientras Soraya Sáenz de Santamaría colocaba su bolso en el escaño vacío del político ausente). Begoña Villacís no ha sabido jugar con los tiempos: ha mostrado una ansiedad impropia en una política veterana. Y en un contexto extraño. La candidatura encabezada por Patricia Guasp para la portavocía política de CS, apoyada por Villacís, se impuso a la Edmundo Ball, en las recientes primarias para la refundación del partido. Villacís, a los pocos días, comunicó a los suyos que sopesaba encabezar una corriente interna dentro del PP. Inmediatamente se topó, claro, con la ira de Isabel Díaz Ayuso. “Lo mejor de CS ya se vino conmigo”, aireó la presidenta madrileña en referencia a la consejera de Cultura, Marta Rivera. Otros dirigentes populares también envenenaron el ambiente: “Villacís no aporta ni talento ni gestión, pero sí la sensación de que CS se integra en el PP”.  Ella, que no frecuenta los teatros, políticamente se ha convertido en ‘La Malquerida’ de Jacinto Benavente. No la quieren en el PP y desconfían en su partido. Después de tan monumental enredo, ha quedado atrapada en el laberinto sin salida de Ciudadanos.

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