Cuenta la leyenda, y quien sabe si es verdad, que el naranjo más antiguo del Real Alcázar de Sevilla lo plantó Pedro I de Castilla (1334-1369), un árbol que sigue en pie en mitad del monumento sevillano y que sigue dando unas naranjas que, paradojas del destino, siglos después endulzan el paladar ni más ni menos que de los habitantes más ilustres del Palacio de Buckingham.
Muy cerca de ese naranjo, esta tarde se han reunido el embajador de Reino Unido en España, Hugh Elliott, y el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, para escenificar una tradición recuperada en 2018: entregar a Reino Unido una muestra de las naranjas amargas recogidas en el monumento, según una tradición que hablaba del envío de naranjas amargas a la reina Isabel II para la fabricación de mermelada, una idea que partió del exalcaide del Real Alcázar Manuel del Valle.
Tiene tantos matices la tradición que los 30 kilos de naranjas que hoy se han entregado han ido a parar directamente a la casa del embajador, que se encarga de preparar él mismo la mermelada con una receta que le pasó su madre, Julia, y que “es más secreta que los secretos de Estado”, bromea ante los periodistas, aunque desvela que “tiene unos mil ingredientes, así que seguramente alguno se podrá deducir”.
Embajador y alcalde han paseado por los jardines del Real Alcázar, donde existen 1.053 naranjos y 39 limoneros, cuya recolección es contratada anualmente a una empresa especializada, que la realiza completamente a mano, con la máxima protección de los árboles de estos jardines históricos y de su entorno patrimonial.
Hugh Elliott admite que, entre las naranjas, se ha colado algún limón “para los gin tonic”, y el alcalde le recuerda rápidamente que la entrega de la mermelada tiene una condición: devolver una parte al Ayuntamiento sevillano en forma de los botes ya elaborados, tan artesanos que hasta su etiqueta la realiza el embajador personalizada para darle más valor al producto final.
“La mermelada con naranjas sevillanas es muy querida en Inglaterra, y una fusión perfecta”, defiende Elliot, sorprendido de que los periodistas españoles no elaboren mermelada en sus casas, y feliz de que se recupere una tradición que, todavía, no sabe si agradará a Carlos III, ya que es la primera vez que, como rey, recibirá el manjar, pero sí se emociona al recordar la pasión de Isabel II por este regalo cada año.
La entrega en mano en los mismos jardines del Real Alcázar se ha recuperado después de que en los primeros años se enviaran las naranjas. Después el propio embajador fabricaba la mermelada y la enviaba a su país, y todo con el sabor a leyenda que el monumento sevillano tiene en todos sus rincones, donde otra leyenda narra que Carlos V e Isabel de Portugal plantaron un naranjo en sus jardines con motivo de su enlace matrimonial un 11 de marzo de 1526.
Esta última parte de la historia del Alcázar no se ha podido verificar, pero sí se sabe científicamente que un naranjo ubicado junto al Cenador de la Alcoba data de principios del XVI, con lo que bien podría ser el que plantó la pareja nada más colocarse los anillos, y posiblemente el nexo de una pareja que se casó por motivos políticos y acabaron tan enamorados que el monarca cayó en depresión a la muerte de su esposa el 1 de mayo de 1539.
Son cinco siglos para un árbol que aún sigue vivo y dando naranjas amargas, del que se han extraído numerosos esquejes para ser plantados en otros lugares y que es patrimonio del buen hacer de los jardineros del Real Alcázar.
Sin atribuir su paternidad a muchos de ellos, lo que es seguro, además, es que en los jardines del Real Alcázar crecían ya naranjos amargos a partir del siglo XII y está históricamente documentada su presencia en sus huertas desde antes del siglo XV.
Con lo que no fue difícil que su historia llegase a la Casa Real británica, y que Isabel II no solo fuese una fan total de esas naranjas sevillanas, sino que incluso las sacó de su bolso en forma de sándwich en el vídeo que se hizo viral junto a osito Paddington en junio de 2022 con motivo de su Jubileo de Platino.