La sensación del alma opuesta a la deriva, la plenitud asumida al enfrentarse al mundo a partir de un momento de paz visual y visionaria recogido en metáforas y significados simbólicos. Esto es lo que lleva al poeta a comprender mejor la verdad apodíctica de lo cotidiano y del destino, a veces fatal, a veces condescendiente, pero siempre ineludible.
Antonio Apresa (Arcos de la Frontera,1961-Jerez de la Frontera, 2022) fue hombre y poeta sereno y contundente. Se enfrentó a la vida con maneras de gladiador y corazón abierto de ángel custodio de los suyos y de lo suyo. Y salió ganando tanto en su amplia capacidad de existir como en sabiduría lírica.
Antonio Apresa supo ampliar a diario todos sus horizontes provisto de inventario y de esperanzas. El primero de sus libros, “Salto sin red”, resulta ser, en fin, el testimonio de lo pretérito como fundamento del presente y del devenir del ser humano. Los espíritus buenos y los motivos familiares que precedieron al poeta y estuvieron con él, se amalgaman en versos definitorios de una trayectoria vital paciente y laboriosa.
La figura del padre muerto sobresale. El hijo, huérfano a los quince años, la siente detrás de sí, a su lado, y le rinde devoción inspirada: "Y te creí perdido para siempre./ Pero fuiste acercándote, revelándote en mí,/ como un dios que difunde su propia religión”.
Luego están los enseres, las cosas, los lugares comunes donde fueron asiduas las presencias y las convivencias. Y se nos antoja que el poeta las manifiesta mágicamente, sutilmente. Es por esto por lo que las carencias y las penas se transforman por arte de la palabra en morada de promesas y certidumbres, en cueva de los sentidos adecuada al pensamiento sereno e ilustrado: en cuanto hemos aprendido lo que somos, ya no queremos ser nadie más ni estar en otros sitios, nos basta con los que ocupamos ahora. Y entonces.
Así rememora Antonio "El Patio", su patio, patio razón casi exclusiva de la literatura andaluza: "El limonero esculpe su figura en el patio./ Se amamantan abejas de abril en sus pezones.../ ¿Aún soy aquel que fui?/ Y el viento me repite: duerme, duerme..."
Su segundo y póstumo poemario “Una grieta de sol” (Canto y Cuento, 2022), rescata del cajón de su escritorio versos sencillos y ordenados, todavía y siempre, en el cultivo de lo que se ama. Se hace registro y relación de la gente querida, de las efemérides, de los cielos abiertos y de los seres sin horarios. Se vuelve a cantar lo mínimo imprescindible, lo que te hace sentir distinto y solidario.
Sobresale en dicho volumen el soplo de espontaneidad,la certeza íntima de haber sabido gozar lo que se tuvo; se honora a quienes facilitaron al autor arcense el aprendizaje espontáneo y la asunción incondicional de su mester entre nosotros; a quienes le hicieron sentir así les dedicó, seguramente, sus "Versos en el aire": "En el sauce llorón del parque donde corro/ un águila imperial anida su hermosura,/ y al ver que me aproximo/ se esfuma como un verso."