Europa debe abandonar, de una vez por todas, la candidez que le ha caracterizado durante los últimos lustros, que le llevó a pensar que la invasión de Ucrania por parte de Rusia era un imposible pese a que Estados Unidos advirtió una y otra vez de que el despliegue de carros de combate rusos no era un simple ejercicio de adiestramiento sino el anuncio de lo que estaba por venir. Y así fue.
¿Quién quiere gastar más en Defensa? Salvo las empresas de armamento, probablemente nadie. Pero ha llegado el momento de plantearnos este tema con el realismo que infunde una guerra con miles de muertos en Europa, además de otras amenazas ciertas. Alemania, con un gobierno de coalición de socialdemócratas, ecologistas y liberales, ha dado un giro a su política de Defensa y anuncia el gasto en armamento de unos 100.000 millones de euros. España, al igual que el resto de los países de la OTAN, tiene el compromiso -desde la cumbre de Cardiff de 2014- de invertir el 2% del PIB en las Fuerzas Armadas, y aún no lo ha hecho. Ya se conocen las discrepancias de los socios del Gobierno central tras el anuncio del presidente Sánchez de elevar el nivel del gasto hasta alcanzar ese pacto.
Por si Rusia no ha dado suficientes argumentos para replantearse la política de Defensa de los países europeos, España tiene, además, que mirar hacia el sur. Esta misma semana, se ha conocido que el exJemad Fernando Alejandre afirma, en un libro recién editado, que Marruecos representa una amenaza directa sobre España, que acabará materializándose, primero mediante elementos de guerra híbrida -como los asaltos ya conocidos a las fronteras de Ceuta y Melilla- para ir transformándose poco a poco en un conflicto armado de carácter convencional. Quien fuera jefe de la cúpula militar entre 2017 y 2020, pide que se deje al lado el buenismo de la sociedad española, y recuerda el papel inversor de Marruecos en armamento. El último ejemplo que confirma las palabras del teniente general es la adquisición por parte de las Fuerzas Armadas del país magrebí de un sistema israelí de defensa antimisiles que completa su escudo antiaéreo.
No debemos ruborizarnos, por tanto, si fortalecemos la política de defensa de Europa ya que es una manera de custodiar los valores de la democracia del Viejo Continente y, al mismo tiempo, de salvar la paz.
